SER MEXICANO... PARA REFLEXIONAR.


Este mes de septiembre, como siempre se iniciarán los festejos patrios, mediante los cuales los mexicanos recordaremos las acciones que nos dieron patria, libertad e identidad. Sin embargo, al margen de los festivales escolares y la profusa venta de banderitas tricolores de probable procedencia asiática, lanzo una pregunta que ha rondado desde hace ya algunos años: ¿Realmente entendemos lo que es “La Patria”?
Todo mexicano sabe que lo es, porque nació en México. ¿Y qué con eso?

Lo importante de esta disertación que se pudiese antojar estéril es que la mayoría de los jóvenes que egresan de las escuelas del nivel que sea simplemente no tienen una soberana idea de lo que es ser mexicano, es más, ni siquiera les importa si lo saben o no.

Ser mexicano, no es irle y entregarse en cuerpo y alma a la Selección Nacional de Fútbol en medio de un partido televisado, mientras ríos de cerveza corren ante los animados (o más bien desanimados espectadores dado que el “Tri” por lo regular pierde) inundado de anuncios en anglosajonas frases publicitarias, lanzadas en vulgar tropel hacia los inermes y embrutecidos televidentes.

Ser mexicano o mexicana tampoco implica el coronarse la testa con un enorme sombrero de paja ni lucir un sendo y apolillado rebozo de bolita que rescatado de su encierro de un año sale una vez más a la luz para ser usado de “rara estola” o “babero de antro”, según se dé el caso. Mientras hombres y mujeres; modernos carabineros y adelitas; “weekend warriors postmodernistas” de todos los rincones de la tierra chichimeca celebran la sangre derramada por los próceres patrios a grito imperpe de: “VIVA MÉXICO CABRONES”.
Estaremos de acuerdo, en el hecho de que, dado el bajo nivel de educación nacional, los valores identificados con la resonante patria y orgullo racial prácticamente se dan por olvidados o intercambiados por chillonas estampitas de bustos representativas del cura Hidalgo, el valiente Morelos, así como el genio militar de Allende, revueltas con algún personaje de los pokemon, teniendo más valor estas últimas, ya que, como lo indican sus empaques: son “coleccionables”.
Claro que la pérdida de identidad no es exclusivamente culpa de los jóvenes, cuando los pocos que hacen por estar medianamente enterados de su entorno son bombardeados por campañas de políticos corruptos, los cuales a lo largo de su miserable existencia sólo han sabido enarbolar la bandera de la codicia mostrando y poniendo el ejemplo de que el poder sustentado en el dinero es por lo único que vale la pena luchar a lo largo y ancho de esta vida matraca.
¿Cómo puede hacer un padre de familia bienintencionado para inculcarles a sus morenos engendritos el amor a sus raíces? cuando los artesanales dulces tradicionales, llenos de diferentes aromas, varipintas texturas ¡y qué decir de sus naturales ingredientes!, no pueden competir contra un seboso Milky Way, M&Ms o de perdis unos Kisses.
-Chacho malcriado ya deje de chillar.
-Sinforosa cómprale un dulce al escuincle pa´ que se calle.
-Pos; ¿qué le compro Espiridión?
-Pos no sé, tu cámbiate unos jitomates de los que traemos pa´ vender a ver si te dan una Coca y un Gansito o… un Tuinqui. Nada más pídelo bien porque a ti no se te da lo del inglich y no vayan a pensar que somos unos nacos.
Ni modo, cuando hay, hay; y cuando no, pos no.
¿Y que decir de la gente de la “Jais”? gente bien, léida y escribida, que sólo se afilia a los lugares más “in” en donde tengan zonas “lounge”; claro hay que checar que sea VIP (Very Important Person) porque si no ¡Hellooou! Uno automáticamente se convierte en un paria, alguien de maneras no apropiadas o en pocas palabras, no es “cool”.
“Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” sentenció el poeta López Velarde, quien previó la cruenta caída de nuestra cultura nacional llegando desde el “Verde que te quiero verde” en un sueño de “suave patria” a una simple y descolorida “lasser green card”.
En fin, el caso es que mientras más le rasquemos más podemos hallar la falta de identidad en prácticamente todas las clases sociales, siendo esta carencia más que evidente, y sólo genera a desazón mayor pérdida de identidad nacional.
Por lo tanto y en resumidas cuentas, haber nacido en México no es suficiente para considerarse un mexicano completo. Hace falta apoyarse en las fuertes raíces de nuestro pasado y conocerlas, amar lo que somos, lo que fuimos y lo que podamos llegar a ser, disfrutar lo melodioso de nuestro idioma e hincharnos de orgullo al escuchar un poema de Nezahuacóyotl en autóctonos sonidos nahuatlacas.
Eso sí es ser mexicano y sentirse mexicano. El mexicano respira, camina, vive y muere como lo que es, acunado desde la primera luz de la vida en un rebozo, rodeado de cactus y alboradas que se escurren de entre los cerros de nuestra irregular orografía, amamantado por los colores de sus ropas y el preciosismo de su artesanía; nutrido por su lenguaje florido, chispeante y pringado de palabras endémicas, pero suyo, muy suyo.
Ahora sí entiendo lo que es ser mexicano y me enorgullece ser uno más de los nacidos en esta tierra huachichil.
Ahora sí… ¡VIVA MÉXICO CA…!


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